sábado, 22 de mayo de 2010

Decir en la oscuridad

Porque no me ve, o al menos, no de ese modo, el que incomoda, el que inhibe, el que detiene, el que resiste, el que inventa un no.

Porque en lo negro de lo oscuro irrumpe la claridad de su respiración, y me comprende, acompasada, aletargada, cansada y lánguida del lógos.

Porque ni siquiera se recorta la silueta de los cuerpos que se imaginan existiendo, apenas dibujados, apenas divisados en la luz que a veces se cola en la rendija de la persiana.

Porque hasta mi historia paralela parece ridícula en la cama que no veo, pero percibo, hasta la mentira más triste pierde nitidez, forma y peso allí, en lo oscuro que nos sostiene.

Porque cuando la luz se enciende invento mundos que lastiman, y verdades ilusorias.

Porque rasgar el velo me humedece el rostro cada vez.

Y la luz se asoma cuando dice que todo está bien, y que ya pasará.

Y yo digo, y digo oscuridad.



lunes, 17 de mayo de 2010

sábado, 1 de mayo de 2010

Volátil vientre

Un vientre aplanado. Un vientre de polvo fino y como en foco. Debajo del vientre una granada reventada. La granada expande un flujo de copos que se eleva como lenguas de fuego, un fuego helado. El flujo se agarra del vientre y lo hace girar. Pero el vientre no da más vueltas. Son venas de sangre como vino, de sangre combinada con azufre y azafrán pero con un azufre endulzado con agua.

Artaud, Antonin; Descripción de un estado físico.


Nos encontramos a las nueve y me envuelve el ansia del encuentro. Hablamos, y hablamos, y hablamos. Y me cuenta de sus meses de peces de colores, acuáticos encuentros, que luego se desvanecen.

Y me habla de mi conciencia corporal. De movimientos lentos, muy lentos, esos, los más difíciles de mantener (la vida más bella es la de los equilibristas).

Y en el postre me explica cómo respirar cuando corra. No entiendo. Me hace gestos con la boca y ya veo el aire salir, despacito, desde sus pulmones a la boca, y a los labios, y a la vida. Me río. Inhalo uno bien grande y exhalo dos chiquititos, o viceversa (¿habré entendido bien?)

Nada húmeda muy temprano, y vuelve tibia a las sábanas, que la esperan. Me río. Creo que jamás madrugaría, aunque luego me aguardara la calidez. Creo que jamás nadaría, porque no sé lo que me espera ahí abajo. Mejor mantengo mi cabeza donde pueda verla.

Y con el último vaso de agua nos incorporamos, ella congraciada con su cuerpo, yo, como cargando con el mío. Como queriendo quererlo. Como queriendo escuchar un poco más a mi vientre, que últimamente se cree protagonista.

Como queriendo fusionarme, encarnarme, desmembrarme, desmoronarme.

Y me abrazo a mis rodillas, y cobijo a ese viente, mío.

(y se siente bien)