miércoles, 12 de enero de 2011

Escrituras ínfimas



Un mensaje ínfimo me devuelve, me arrastra sin cuerdas a momentos únicos. Con su dulzura escrita pregunta (siempre lo hace), si aún respiro té.

Si aún me zambullo en el verde batido de fragilidades líquidas en el cual ella me enseñó a instalarme, y luego, a salir.

Si aún me olvido de mi olvido y mis sentidos me abrazan, para dejarme ir luego, suavemente, hasta quedar adormecida de aromas.

Si aún me siento sobre mis talones sin sentir mis piernas, pero sólo para experimentarlas en su plenitud.

Si aún entablo ese diálogo infinito, amable, simple, respetuoso, mientras acaricio el chawan.

Con su dulzura escrita, pregunta, si me he dejado ir.


miércoles, 5 de enero de 2011

Rapsodia


“Bajo la lluvia de verano,

el sendero,

desapareció”.

Buson



Un ensamble entre lo dramático y lo lento, lo rápido y lo dinámico. Dos partes, dos secciones que arbitrariamente se abrazan en un momento, sin albergar ninguna relación entre ellas.


Como mis paraguas y mis lluvias. Una lluvia, un paraguas.


Salgo, siempre, a lo húmedo, con la intención de que no me alcance. Con la intención de evitar que mi pelo se entregue a un mar de pegoteo. Con la intención de que mi ropa permanezca seca y no se adhiera a mi cuerpo, revelándome, insinuándome sus pliegues.


Salgo, y siempre, mi paraguas se rebela, se retuerce, se envilece, se desgarra, me abandona, se desintegra hasta el hartazgo, deshilachando el techo de la intemperie, recordándome, en definitiva, su imposibilidad.


Salgo, y no hay techo, porque ya no hay intemperie.

Salgo,

la lluvia me escribe,

y soy texto.